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lunes, 21 de junio de 2010

Nuevos pecados, según la Iglesia

Angel Mario Ksheratto Flores
Columna: Fichero Político
Tuxtla Gtz., Chiapas.- 16 Junio 2010


“No votar es una falta grave de responsabilidad y constituye un pecado de omisión y hace que el abstencionismo se convierta en otra amenaza para nuestro proyecto de vida comunitaria”,
ha dicho un grupo de obispos mexicanos en lo que constituye una inusual postura ante los procesos electorales en varios estados de la República. ¡Vaya! Un pecado más que se agrega a la lista de nuevas formas de faltar el respeto a Dios. En la mente de los prelados, quizá se trate de un pecado mayor que la pederastia y otras lindezas que al interior de la Iglesia católica se dan y son, por lo general, solapadas por la curia que ahora, se toma libertades que van más allá de la lógica y de la forma de vida que, en teoría, deben llevar quienes han hecho votos de castidad, silencio y otros que son constantemente violados.
Asumir como “pecado” el no acudir a las urnas a sufragar, es una brutalidad que nos acerca más a la intolerancia que al libre albedrío que fue otorgado por Dios a los seres humanos. Es una muestra de insensibilidad y lo peor, una forma de someter a los fieles a conductas incómodas que riñen con sus libertades fundamentales.
Para empezar, debemos pedir a los obispos que fundamenten su nuevo “pecado” en las Sagradas Escrituras o al menos, en alguno de los tantos cánones eclesiales que se han creado para doblegar a los católicos. Más que un llamado al ejercicio libre de sufragar, es una orden bajo presión que intenta condenar a los ciudadanos por una decisión libre y soberana. Nadie puede ser condenado por no acudir a las urnas. Si las leyes del hombre, al menos en México, no contienen sentencias brutales para quienes deciden no elegir a sus autoridades, las emanadas de la conciencia diocesana, no albergan ningún derecho a hacerlo, principalmente porque ello es un atentado a la libertad de acción de cada persona y por encima de esto, porque crean la imagen de un Dios contradictorio, autoritario, tirano y torpe.
Nadie puede llamar a otro “pecador” por el simple hecho de no atender llamados a elecciones bajo sospecha. Y nadie se convierte en pecador por el solo hecho de una idea vaga y absurda, salida de un grupo de obispos sin oficio. No tiene validez, por tanto, la sentencia adelantada de los señores prelados que quisieron aportar su grano de arena para combatir el abstencionismo y terminaron por dejar caer una piedra sobre las libertades de los mexicanos. No tienen razón, ni gozan de credibilidad como para andar creyendo sus tonterías. Todo ciudadano es libre de votar o no hacerlo. No incurre en un “pecado”. Eso es más que claro.

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